En las edades más tempranas, los hijos desobedecen por rechazo a lo que no les gusta: un plato de comida, irse a dormir, no poder jugar videojuegos, entre otros. Según crecen, desobedecen, no tanto por fastidio de lo que se les manda, sino para protestar contra la idea de subordinación contenida en la noción de obediencia. El contenido de la orden importa menos que el tono de voz de quien la da; es decir, no importa tanto el qué, sino el cómo. Este es el momento de ejercer con especial tino la autoridad.

No hay que confundir autoridad con autoritarismo. La dictadura familiar es una mala estrategia. Esto ocurre cuando los padres ejercen su autoridad sin ninguna referencia a criterios válidos, de forma incongruente y como expresión de un privilegio: el de ser padres y adultos. Si, además, va acompañada de procedimientos humillantes para los hijos como los castigos físicos, censuras en público, insultos, entre otros, puede despertar en los chicos una carga de agresividad o un sentimiento de frustración personal que complica bastante la situación.

Por otro lado, también existen los padres que no ejercen la autoridad en absoluto. Esto se puede deber a diversas razones: miedo a ser visto como un padre anticuado, o “no cool” o no querer complicarse la vida. Este abandono defrauda a los hijos, pues la autoridad de los padres es para ellos una ayuda necesaria. Un ambiente demasiado tolerante y permisivo tiene efectos negativos y se asocia a niños impulsivos, agresivos y faltos de independencia o sentido de la responsabilidad.

Debemos fomentar un estilo de autoridad que los lleve a desarrollar valores positivos. Es importante que los hijos no tengan la sensación de que los adultos mandan por comodidad personal. Del mismo modo, hay que exigir cosas razonables que los hijos puedan llevar a cabo. Además, se les debe explicar los motivos de las normas.

A veces será necesario regañar. Hay que tener en cuenta:

  • Escoger el momento adecuado
  • Buscar circunstancias que no humillen
  • Procurar hablar a solas y estando de buen humor (esto a veces supone esperar)
  • Ponerse en su lugar.
  • Intercalar palabras de afecto que alejen cualquier impresión de que se corrige por disgusto personal.
  • Mostrar la seguridad que se tiene de que va a mejorar y corregir la conducta inadecuada.

Algunos tips para la cuarentena:

  • Explicarles que, así como ellos, nosotros como padres también nos sentimos frustrados y ansiosos por la situación que estamos atravesando.
  • Buscar momentos durante el día en el que todos puedan compartir alguna actividad en familia, sin trabajo, sin celulares y con el mejor ánimo: una película, un juego de mesa, etc. Hay que estar atentos a las buenas conductas de los hijos para reforzarlas.
  • En esta época de cuarentena, las normas en el hogar deben ser pocas, claras y bien entendidas por el niño.
  • No dejarse llevar por el nerviosismo ni el estrés del momento, pues la disciplina que hay que usar no se opone a las buenas maneras y a la tranquilidad.
  • Hemos de explicar a los hijos lo que se les pide o exige. Evitar argumentos “porque lo digo yo”, “yo soy tu madre/padre”.
  • ✔ Hay que dejar en claro al niño que es su conducta inadecuada la que enfada y disgusta, pero que a él como persona e hijo, lo siguen queriendo igual.
  • No hacerles las cosas que ellos mismos, por su edad, deberían hacer, esto frena su desarrollo natural.
  • Repetir órdenes sin resultado, intervenir constantemente, mostrarse dubitativo o falta de convicción y seguridad en lo que se dice son las causas más habituales de pérdidas de autoridad.

Referencias:

Iturbe, I. (2014). Diamantes por pulir: el arte de educar de 7 a 12 años. España: Ediciones palabra

Por Cristina Mendiola – Psicóloga de primaria

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