En estos días se escucha con mayor frecuencia la palabra diversidad, pero, ¿qué significa realmente? La diversidad es la variedad que identificamos u observamos en relación a ideología, lingüística, grupo étnico, cultura, intelecto, entre otras características que nos hacen únicos, irrepetibles e importantes como seres humanos.
Para hablar de diversidad humana debemos entender conceptos importantes como aceptación y convivencia, así como, respeto y consideración hacia una persona. Para poder realmente comprenderlos es indispensable practicarlos, en principio, en uno mismo y luego, hacia los demás.
Digo en uno mismo, porque debemos comenzar por aceptarnos, querernos, valorarnos y respetarnos frente a cualquier situación en la que prime nuestra dignidad; es decir, hacernos valer como persona, ser responsables y protegernos ante la afectación de nuestra sensibilidad y nuestra estabilidad emocional.
A partir de allí podremos comprender la grandeza de la diversidad y darnos cuenta de que hablar de diversidad no significa hablar de disminución; diversidad es variedad, abundancia, es saber vivir interactuando con diferentes culturas.
¿Qué podemos decir entonces de la diversidad en la escuela?
Las personas que asisten a la escuela a aprender tienen diferentes patrones conductuales, intelectuales y emocionales como característica propia o aprendida desde casa, que deben ser respetados y valorados por toda la comunidad educativa. Esto no significa que, al respetar estas características del otro, debamos poner en riesgo nuestra propia vulnerabilidad o susceptibilidad, existen márgenes de respeto entre uno y otro que evitan la “invasión” y la afectación de las características de cada individuo, de cada familia y de cada cultura. La escuela debe regular y establecer los límites para una convivencia sana y saludable.
Si analizamos la palabra diversidad, nos viene a la mente: “diverso”, “diferente”, lo que va en dirección opuesta, aquello que difiere de lo normal. En el ámbito educativo, el pensamiento automático es que hay una necesidad educativa. Gran equivocación, si hablamos de diversidad en la escuela, específicamente en el aula, hablamos de todos los estudiantes que pueden lograr más de lo que se les propone y que tienen una facilidad innata para comprender y resolver la propuesta educativa.
Entonces, ¿en dónde situamos a aquellos estudiantes que por ciertas características no logran cumplir con los objetivos propuestos? ¿Podemos considerarlos en el grupo de diversidad?
Pues sí, porque también pueden lograr más de lo que se les propone. Aquí es importante citar a las inteligencias múltiples, las que nos diferencian y sacan a la luz alguna habilidad o destreza en algún aspecto resaltante de nosotros.

¿Cuál sería entonces la función del maestro?
El maestro se convierte en guía, en descubridor de talentos, fortalezas y desafíos, aquel que nos motiva a mejorar, el que ve potencial en donde otros no lo ven. Se convierte en la persona que va a conocer a cada uno de sus estudiantes y que les va a impartir conocimientos tomando en cuenta los procesos, los tiempos y las formas de aprender de cada uno y quien va a complementar, si fuera necesario, con esfuerzo adicional para culminar su labor.
Pero el maestro no puede solo, necesita de la sabiduría de la familia, la cual va a acompañar, fortalecer y alentar a sus hijos en este camino de la educación, y si fuera necesario, complementar el trabajo docente para potencializar, sin sobre exigir, la interiorización de aprendizajes. Todos los estudiantes en etapa escolar, por más sobresalientes que sean, necesitan del adulto para acompañarlos o simplemente para felicitarlos.
Como maestra siempre estaré atenta a los requerimientos de mis estudiantes y como madre, seré guía y apoyo para el maestro en la educación de mis hijos.
Por Giuliana De Lorenzi – Coordinadora de Inclusión y Diversidad