¿Alguna vez hemos pasado por la experiencia en la cual nuestro hijo(a) lloró intensamente, gritó, se tiró al suelo o hasta intentó huir por no obtener algo que deseaba?. Si es así, probablemente realizó una “pataleta” o “rabieta”. Estas conductas descritas, suelen ser naturales. Muchas veces se genera en niños que aún no han desarrollado su lenguaje o habilidades comunicativas para manifestar de manera asertiva sus necesidades o desacuerdos (Fetsch y Jacobson, 2013)

Estas conductas son realizadas, especialmente, en los niños de 18 meses a 3 años de edad aproximadamente. Después de dicha edad, aquellas reacciones pueden ir disminuyendo o aparecer de vez en cuando. Sin embargo, en algunos casos, pueden seguir siendo constantes si el niño aprendió que realizar las rabietas son útiles para obtener lo que desea (Watson, Watson y Gebhardt, 2010). Por tal motivo, es importante una adecuada intervención, para ayudarlos a que puedan expresar sus necesidades y manejar sus emociones de manera saludable.

 ¿Cuáles pueden ser las causas de las rabietas?

Las rabietas en nuestros niños pueden deberse a diferentes causas. Por ejemplo, pueden provocarse por necesidades más primarias o básicas (especialmente en los más pequeños) como el acceso a sus padres, sueño, cansancio o la necesidad de alimento.

Mientras van creciendo, pueden realizar dichas rabietas al estar en desacuerdo con alguna situación. Por ejemplo, el no tener más tiempo para jugar, que no le compren algo que desea o no querer realizar alguna tarea ni cambiar de actividad.

También, puede deberse a causas más emocionales. Por ejemplo, sentimientos de celos por algún pariente/hermano, frustración al no poder lograr una actividad, tensión por problemáticas dentro del sistema familiar, etc (Fetsch y Jacobson, 2013; Government of South Australia , 2020).

¿Qué podemos hacer para prevenirlos? 

  • Generar rutinas: Realizar rutinas, a través de horarios visibles, ayuda a que el niño pueda organizarse mejor en su ambiente y así sentir menos incertidumbre. Podrá reconocer las actividades que suelen estar presentes constantemente en su día a día (bañarse, hacer tareas, cambiarse, comer, ir al parque, etc). De esta manera, estará preparado para las transiciones que suelen ocurrir en su día y así reducir la abrumación de los cambios. Es importante sugerir que estos horarios sean flexibles. Es decir, en algunos días, tal vez exista la necesidad de optar por otra actividad en base a cómo observamos a nuestro niño (SA.GOV.AU, 2020).
  • Anticipación de las actividades: Es importante brindarle recordatorios a nuestros niños sobre los cambios que habrán. Esto también ayudará a que vayan preparándose para terminar cierta actividad y así no pasar de manera abrupta a lo que sigue (Watson et al., 2010)). Por ejemplo, se puede mencionar que faltan quince minutos para irse de algún lugar o expresar que podrán jugar diez minutos más con un juego pero que después tienen que guardarlo.
  • Brindarles herramientas y tareas acorde a sus capacidades: Se recomienda reconocer el motivo específico por el cual el niño siente dicha frustración. En algunos casos, es debido a que le cuesta mucho realizar cierta tarea. Por tal motivo, se les puede ayudar con aquello o brindarle actividades que vayan acorde a sus capacidades. Gradualmente se les podrá aumentar la dificultad, según el progreso que observemos.
  • Ayudarlo a reconocer y manejar sus emociones: Es importante guiar a nuestros niños a que puedan conocer las emociones básicas y reconocerlas en ellos mismos (a través de sus cuerpos, gestos o reacciones fisiológicas). Luego de ello, ayudarlo a que puedan expresarlo. Por ejemplo, se les podría decir lo siguiente: Observo que estás enojado ¿es así? ¿me puedes contar lo que no te gustó?. Tener en cuenta que algunas veces podemos pensar que existe solo una emoción de enojo, sin embargo, es importante profundizar para entender si también existe algún miedo, tristeza, etc (SA.GOV.AU, 2020).
  • Brindar opciones y generar acuerdos junto con el niño: El brindar alternativas de solución frente a alguna situación, no solo ayuda a que puedan realizar las actividades que ellos han elegido, sino que también les brinda mayor sentimiento de competencia y autonomía debido a que reconocerán que pueden resolver problemas de manera calmada y asertiva. 

¿Cómo podemos intervenir cuando ocurren las rabietas? 

  • Acompañarlo : Recordemos que dicha situación no solo es tensa y abrumadora para los padres/cuidadores sino también para nuestros niños. Por tal motivo, es importante acompañarlos, para mostrarles que estamos ahí para ellos. Asimismo, evitaremos, en algunos casos, que puedan hacerse daño a ellos mismos o a alguien más; u obtengan aquello que no corresponde en dicho momento. Evitemos darle lo que desea, regañarlo o corregirlo. Acompañemos con respeto.
  • Reforzar conductas adecuadas: Cuando la rabieta no es muy intensa o recién está empezando, es importante reconocer en el niño las conductas adecuadas. De esta manera, el menor irá comprendiendo qué acciones sí están ayudando a comunicarse mejor con su padres o cuidadores. Por ejemplo, si el niño empieza a quejarse de guardar juguetes pero observamos que está tratando de hacerlo, reforzamos dicha conducta. En vez de decirle “deja de quejarte” podríamos optar por “gracias por recoger los juguetes” “Me gusta mucho que me ayudes a guardar los juguetes”.
  • Buscar un lugar más tranquilo: Si sabemos que la rabieta de nuestro niño puede ser muy intensa y duradera, cuando esta recién empiece, llevar al menor a un lugar más tranquilo para ambos (Watson et al., 2010). De esta forma se le dará un tiempo para que pueda calmarse. Cuando el menor se encuentre más tranquilo y si aún lo desea, podría volver nuevamente a la actividad que estaba realizando. 

¿Qué podríamos hacer después de la rabieta?

  • Mostrarle nuestro afecto y comprensión: Evitemos reprender o discutir con el menor sobre la rabieta. Busquemos un espacio de cercanía, en el cual exploremos y juguemos junto con ellos. De esta manera comprenderemos mejor cómo nuestros hijos observan el mundo y así podremos conocerlos mejor (SA.GOV.AU, 2020).
  • Continuar con nuestro plan de prevención: Seguir trabajando junto con el menor las herramientas necesarias que lo ayudarán a manejar mejor sus emociones y expresar saludablemente sus necesidades.
  • Buscar ayuda si es necesario: En caso sienta que los estrategias que usa no lo han ayudado mucho ya que las rabietas son con mayor frecuencia e intensidad, recuerde que puede pedir ayuda de profesionales para así realizar una evaluación integral con la cual se pueda comprender mejor la situación.

Bibliografía

Government of South Australia (2020). Tantrums – Parent Easy Guide. Parenting SA .Recuperado de https://parenting.sa.gov.au/pegs/PEG25-Tantrums.pdf

R.J. Fetsch y B. Jacobson (2013). Children’s Anger and Tantrums. Consumer Series. Colorado State University. Recuperado de https://extension.colostate.edu/docs/pubs/consumer/10248.pdfhttps://extension.colostate.edu/docs/pubs/consumer/10248.pdf

Watson, S; Watson, T y Gebhardt,S (2010). Temper Tantrums: Guidelines for parents and teachers. National Association of School Psychologists. Miami University, Oxford.

Departamento Psicopedagógico

Laura Zavaleta – Practicante

Compartir